Estamos siendo testigos de cómo algunas de las mayores empresas del mundo destinan miles de millones de dólares a desarrollar inteligencia artificial (IA). Esta disciplina está avanzando rápidamente y se espera que impacte diversos sectores, como el transporte, la educación y la medicina. Las oportunidades de negocio, como es lógico, son gigantescas.
Sin embargo, estar en la vanguardia de la IA implica asumir un coste que va más allá de lo económico. Los centros de datos en los que se entrenan y ejecutan los modelos de IA requieren cantidades considerables de energía y, dependiendo de sus sistemas de refrigeración, consumen grandes volúmenes de agua. Además, generan una significativa cantidad de residuos electrónicos.
El reto de los residuos electrónicos en la IA
Un reciente estudio realizado por investigadores destacados estima que los residuos electrónicos asociados a la IA podrían alcanzar entre 1,2 y 5 millones de toneladas para 2030. Este informe alerta sobre la tendencia actual e insta a los actores de la industria a adoptar prácticas proactivas en la gestión de estos desechos.
De acuerdo con los datos del Monitor Mundial de Residuos Electrónicos de Naciones Unidas, los residuos electrónicos están aumentando a un ritmo cinco veces mayor que las iniciativas de reciclaje. En 2019, se produjeron unos 53,6 millones de toneladas, cifra que en 2022 ya había escalado hasta los 62 millones de toneladas.
Podemos abordar esta situación desde distintos ángulos, pero volvamos al que mencionábamos al inicio del artículo: la inversión. El gasto en IA se multiplicó por ocho entre 2022 y 2023, superando los 25.000 millones de dólares. Una buena parte de esta inversión se ha destinado a construir y equipar centros de datos especializados en IA.
Un aspecto crucial de este tipo de infraestructura es que el reemplazo de componentes no solo depende de su durabilidad, sino también de su rendimiento. Muchas empresas buscan integrar las últimas GPU de NVIDIA y otros fabricantes para aumentar la capacidad de cálculo de sus centros de datos, incluso cuando los componentes anteriores aún son operativos.
Reemplazo y reutilización de componentes: un debate necesario
El reemplazo anticipado de componentes es algo común en el entorno empresarial. Durante años, muchas industrias han preferido destruir discos duros aún funcionales antes que reciclarlos, por el temor de que datos privados puedan llegar a manos incorrectas. Sin embargo, cada vez surgen más iniciativas para mitigar este tipo de prácticas.
Los investigadores sugieren reutilizar los componentes que han sido reemplazados. Aunque es posible que no sean adecuados para las tareas más exigentes, podrían servir en centros de datos dedicados a funciones menos intensivas, como el alojamiento de sitios web o copias de seguridad. También proponen donar estos equipos a centros educativos, donde podrían ser de gran utilidad.