¿El límite de la velocidad de la luz ha sido superado?

La velocidad de la luz es el límite universal para la transmisión de información, pero ¿podría el entrelazamiento cuántico desafiar esta barrera física?

Imagina estar tan conectado con otra persona que cualquier cambio en ti se refleje al instante en ella, sin importar la distancia que os separe. Algo muy similar ocurre en el mundo cuántico: cuando dos partículas están entrelazadas, cualquier alteración en una de ellas se refleja inmediatamente en la otra, sin importar la lejanía entre ambas.





Este fenómeno crea una conexión única, donde el estado de una partícula está ligado al de su par. Si deseas conocer el estado de la partícula A, solo necesitas analizar la partícula B. Esto podría hacernos pensar en la posibilidad de una comunicación instantánea, pero ¿es realmente posible? Si el entrelazamiento parece desafiar el límite de la velocidad de la luz, ¿podríamos usarlo para enviar información más rápido de lo que la física permite? Veamos qué dice la ciencia.

El límite infranqueable de la velocidad de la luz

Desde que Einstein formuló la Teoría de la Relatividad en 1905, sabemos que hay un límite de velocidad insuperable en el universo: la velocidad de la luz en el vacío, que equivale a 299.792.458 metros por segundo. En términos redondeados, unos 300.000 km/s. Según lo que conocemos hoy, ningún objeto con masa puede alcanzar, y mucho menos superar, esta velocidad.

¿A qué se debe esta restricción? La explicación radica en la relación entre masa y energía propuesta por Einstein: al aumentar la velocidad de un objeto, también aumenta su energía cinética y su masa efectiva, lo que hace cada vez más difícil seguir acelerándolo. Para que un objeto llegara a la velocidad de la luz, necesitaría una cantidad infinita de energía, algo que está fuera del alcance de las leyes físicas conocidas.

Pero este límite no afecta solo a los objetos, sino también a la información. Cualquier mensaje requiere un medio de transmisión, como ondas de radio, pulsos láser o cables de fibra óptica, y todos estos dependen de la velocidad de la luz. Sin embargo, ¿podría el entrelazamiento cuántico ofrecer un atajo para sortear esta restricción?

Un vínculo que parece romper las reglas

Para comprender mejor el entrelazamiento cuántico, podemos simplificarlo de la siguiente manera: cuando dos partículas están entrelazadas, sus estados están vinculados de manera inseparable, sin importar la distancia que las separe. Es decir, cualquier cambio en una de ellas afecta inmediatamente a la otra, aunque estén separadas por millones de kilómetros.

Esto podría sugerir que podríamos utilizar este fenómeno para comunicarnos instantáneamente. Bastaría con entrelazar dos partículas, enviar una a un lugar remoto y usar esta conexión para transmitir mensajes. Sin embargo, aquí surge un problema: aunque las partículas están conectadas, no podemos controlar la información que viaja entre ellas.

Cuando se mide el estado de una partícula entrelazada, su condición queda definida en ese instante, y la otra adopta de inmediato el estado complementario. No obstante, este proceso es completamente aleatorio, lo que significa que no podemos elegir qué mensaje transmitir. La mecánica cuántica dicta que los resultados de estas mediciones son impredecibles.

El factor aleatorio de la mecánica cuántica

Para que el entrelazamiento cuántico funcionara como un canal de comunicación, necesitaríamos la capacidad de manipular la información transmitida. Pero aquí es donde encontramos un obstáculo insalvable: en el momento en que intentamos intervenir en el proceso, rompemos el propio entrelazamiento. Es como si la intromisión humana destruyera la conexión de manera irreversible.

A pesar de esta limitación, el entrelazamiento cuántico sigue siendo extremadamente útil en otras aplicaciones. Por ejemplo, se está utilizando en sistemas avanzados de ciberseguridad. Gracias a este fenómeno, es posible desarrollar redes de comunicación ultra seguras, donde cualquier intento de espionaje provoca la destrucción inmediata de la información, evitando que sea interceptada.

En definitiva, por ahora la velocidad de la luz sigue siendo el límite absoluto para la transmisión de información. No obstante, la ciencia nunca deja de avanzar, y muchas leyes que parecían inquebrantables en el pasado han sido replanteadas con el tiempo. Quién sabe, quizás en el futuro surja una tecnología que nos permita superar las fronteras del espacio y el tiempo de una manera que hoy aún no podemos imaginar.

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