Napster, la plataforma que desató la transformación de la industria musical

Actualmente el acceso a Internet nos permite escuchar las pistas musicales con tal naturalidad que a veces olvidamos que estamos consumiendo apenas una pequeña parte de un vasto océano.





Y es que debido a la presencia de plataformas como Apple Music, Youtube Music, Dezzer o Spotify, cada vez podemos escuchar sin límites lo que se está produciendo en el mundo entero.

Sin embargo, a comienzos del año 2000 esta actividad tan común en nuestros días no era algo fácil ni mucho menos barata. Más aún: muchos de los álbumes y éxitos que aparecían en Europa, América y hasta Asia no se conocían en muchas partes del globo de manera rápida. Incluso si había pedidos de discos en físico estos tardaban un tiempo en llegar.

Pero por fortuna existieron algunos antecedentes que buscaron revertir todo esto. Ese fue el caso de Napster. Y vaya que lo logró durante un tiempo.

Sus acciones además ayudaron a los demás a comprender las posibilidades que brindaba Internet: hablamos de la transmisión y difusión de información, así como de archivos localizados en cualquier parte del mundo.

En 2019 fue recordado el documental “Downloaded” (o “Descargado”, en español) grabado y dirigido por Alex Winter en 2013. En este se cuenta la historia de una de las revoluciones más genuinas que ha tenido la industria de la música en Occidente.

plataformas
Actualmente escuchar música a través de internet es algo muy común, pero cuando al principio del milenio no había servicios de descarga de confianza un software lo revolucionó todo.

¿Napster, qué es eso?

En su momento fue un servicio que se especializaba en el intercambio de archivos de carácter peer-2-peer (o “punto a punto”), el cual estaba creado específicamente para compartir archivos digitales de música en formato MP3 en Internet. 

Sean Parker y Shawn Fanning lo crearon en la primavera de 1999. Este último tenía diecinueve años cuando creó el software que haría el milagro que todos hacemos hoy en día, a saber: intercambiar la música de nuestros discos duros con los demás usuarios de la web.

En ese tiempo estos aparatos tecnológicos comenzaban a ser más accesibles para el público en general, por lo que conseguir en la red música ya era una práctica relativamente usual; sin embargo, había un problema: todo el proceso resultaba bastante fastidioso y no en pocas ocasiones había muchos fallos. Al menos eso es lo que registra el documental. 

Pero desde ese momento Fanning trabajó duro en un software que se encargaría del problemita. A partir de ahí se volvió fácil de usar. Era cuestión de descargarlo, crear una cuenta (que además era gratuita) y podías navegar para conocer toda una galaxia musical novedosa la cual, para el resto de los mortales, solo podía oírse con suerte en la radio.

Tiempo después se grababan los temas en cintas y se editaban para que no aparecieran los anuncios de la emisora.

Napster
Napster fue producto de la creación de dos jóvenes que revolucionaron al principio del milenio la manera en la que la gente conseguía música.

Parker fue quien tuvo responsabilidad de la parte económica de la empresa. En ese sentido, obtuvo unos cincuenta mil dólares para comenzar, con los cuales los dos pudieron mudarse a California. Rápidamente Napster creció en popularidad.

Tuvo más de ochenta y cinco millones de usuarios a nivel mundial, millones de pistas disponibles para descargar y mil millones de búsquedas diarias en su plataforma.

Aunque no todo fue color de rosas: mientras aumentaba su poder y se convertía en una especie de paraíso para los internautas melómanos, fue convirtiéndose para las grandes industrias de la música en un peligro que debía atacarse cuanto antes.

Tan genial que debía morir

En vista de que el negocio musical estaba tambaleando a nivel económico, la Asociación de la Industria Discográfica de América (RIAA por sus siglas en inglés) decidió hacerles la guerra a estos jóvenes que habían puesto en jaque a un modelo de negocios con medio siglo de éxitos rotundos.

Para el año 2000, las compañías discográficas sufrieron pérdidas severas. Algunas de las cosas que estaban pasando eran que los discos que se vendían decepcionaban profundamente a los compradores, quienes se obstinaban de comprar discos donde solo un par de canciones valían la pena, pero también había otros tipos de entretenimientos que vinieron a competir con ella: las computadoras, los videojuegos y hasta el mismo Internet. 

RIAA en consecuencia presentó una demanda contra Napster. ¿El motivo? Estaban distribuyendo sin autorización un material discográfico que se encontraba protegido por los derechos de autor. 

Según el documental, el ataque legal no solo se dirigió a la compañía, sino además a algunas personas particulares, las cuales se vieron en la obligación de pagar multas que en algunos casos específicos alcanzaron las decenas de miles de dólares. 

El proceso en los tribunales fue largo y tuvo audiencia. De hecho, a partir de entonces el término “pirata” se usaba para designar a los internautas que se hacían del beneficio de Napster u otros similares. 

No habían pasado dos años desde que Napster había comenzado cuando Parker y Fanning se vieron obligados a cerrar todos sus servicios. Este último dijo a la BBC en el año 2009 que intentaban solucionar un problema que estaba en el ambiente.

compartir música
Hoy en día, la mayoría de discográficas tienen acuerdos firmados con las plataformas de música para que los usuarios puedan escuchar sus producciones por una mensualidad que no suele superar los US$20.

En ese sentido, afirma que se había dado cuenta de que existía una mejor forma para que la gente y su tipo de música se conectaran, y para que esto fuera una realidad la mejor forma de hacerlo era brindándole a las personas que no eran expertas en tecnología un mecanismo accesible para establecer ese puente. 

Esto llevó a que las discografías rechazaran categóricamente todos los intentos que hubo para que ayudaran a que Napster fuera legal.

Por si fuera poco, es gracias a este tipo de acuerdos que hoy en día tenemos plataformas de la talla de Amazon Music, Apple Music, Youtube Music, Deezer o Spotify para brindarles a los usuarios música que descargan de forma legal. 

La gesta de Napster fue de tal envergadura que los inversores musicales nunca pudieron recuperar su dinero. Lo curioso es que tampoco generó beneficios para sus creadores, quienes al final más bien obtuvieron deudas millonarias que debían cancelar. Pero Fanning manifestó en ese entonces que no le preocupaba tal situación.

Así, afirma que no se arrepiente absolutamente de nada, pues cuando se es un desarrollador web lo verdaderamente importante es el viaje, ya que lo que satisface es el proceso creativo. Cuando se obtiene el logro, al final no resulta tan importante.

¿Y existe actualmente?

Aunque le cueste creerlo a muchos, Napster no ha muerto. Aún existe. 

Rhapsody, una plataforma de música digital en línea la compró en el año 2011. En el 2016 decidieron retomar el nombre del antiguo sistema de intercambio de archivos. Con todo, algunos blogueros comentan que esta creación de Fanning tiene una mayor perspectiva comercial.

Hoy en día, Napster tiene un funcionamiento igual al de cualquier otra plataforma de servicios de música en línea. Si se cancela un poco más de doce dólares al mes se puede disfrutar de música tanto online como offline.

grabar música
En los inicios del 2000, era habitual grabar la música que sonaba en la radio en cassette, ya que no todo lo que se producía se vendía en todos los países y comprar todos los álbumes en el mercado era imposible.

Está en treinta y tres naciones y cuentan con poco más de cuatro millones de usuarios. Sin duda, es una cifra menor si se compara con los más de cien millones que tiene Spotify por subscripción por pago.

Este renacimiento no solo fue para Napster: también lo fue para sus creadores.

Parker al final se asoció con Mark Zuckerberg en los comienzos de la red social Facebook y luego hizo inversiones en Spotify. En la actualidad es una persona multimillonaria y creó una empresa de juegos llamada “Rupture”, la cual se vendió tiempo después por la cifra de treinta millones de dólares.

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