Desde la antigüedad se ha utilizado el cifrado de mensajes para mantener en secreto ciertas comunicaciones. En el siglo V los mensajes se escribían en cuero o papel y se codificaban para que no pudiese entenderlos todo el mundo. Y después se entregaban en mano por un mensajero.
En la actualidad, necesitamos cifrar nuestras comunicaciones por Internet, para que nadie tenga acceso a nuestra información mientras viaja por la red.
Con las computadoras cuánticas se dará un salto más: se está aprovechando el poder de física para producir cifrados mucho más seguros.
La criptografía a lo largo de la historia
Criptografía viene de las palabras griegas “kriptos”, que significa oculto, y de la palabra “graphein”, que alude a lo relacionado con la grafía, la escritura. Con la criptografía, ocultamos la escritura, el significado del mensaje. En lugar de ocultar un mensaje físicamente, ocultamos su significado: evitamos que el “enemigo” pueda leer su contenido.
Para poder cifrar un mensaje, tanto el remitente como el receptor se tienen que poner de acuerdo en la utilización de un método que permita tanto la escritura como la lectura por ambas partes. Esto se conoce como algoritmo.
El texto original se mezcla o se manipula para que parezca algo sin sentido. Una vez que llegue al receptor, se utiliza el método convenido para que el contenido se ordene y tenga sentido.
En la antigua Grecia, se utilizaba un curioso método de encriptado para los mensajes militares. Tenían un dispositivo llamado cuenta, que era una tira delgada de cuero donde se escribían una serie de caracteres aparentemente aleatorios.
Esta tira de cuero, al llegar a su destinatario, se enrollaba en un bastón de madera de unas determinadas dimensiones y esos caracteres aleatorios tomaban sentido a los ojos del receptor del mensaje. Las letras se alineaban formando palabras.
Esta técnica se conoce como cifrado de transposición.
En el Kama Sutra se menciona un método alternativo de cifrado, conocido como cifrado de sustitución. Para la sustitución, el remitente y el receptor se ponen de acuerdo en asignar valores diferentes a cada una de las letras: así, por ejemplo, la A puede equivaler a la Z. Cuando el mensaje llega, solo hay que sustituir las letras por los valores que representan.
El nacimiento del criptoanálisis
Para convertir un texto cifrado a un texto inteligible, es necesario conocer el método de cifrado. Esto se conoce como la clave de cifrado. La clave se debe conservar en secreto.
Para poder descifrar una clave se necesita tener un gran conocimiento y habilidades específicas.
El cifrado de sustitución no fue resuelto durante el primer milenio, hasta que un matemático árabe, llamado al-Kindi, se dio cuenta de su debilidad, según cuenta Simon Singh en su obra “The Code Book”.
Al notar que ciertas letras se usan con más frecuencia que otras, pudo averiguar cómo se hacían las sustituciones, ya que siempre tenían unos valores fijos. Los estudiosos árabes se convirtieron así en los primeros criptoanalistas y sus métodos se extendieron por el resto del mundo.
A medida que los métodos criptográficos se hicieron más complejos, la ciencia del criptoanálisis se tuvo que poner a su altura para poder llegar a desentrañar sus códigos.
Durante la Segunda Guerra Mundial, los alemanes desarrollaron el método de cifrado más complejo que se había inventado hasta entonces. Concibieron la máquina Enigma, que encriptó mensajes indescifrables por parte de los aliados durante buena parte de la guerra. Esto les aportó una ventaja operativa muy importante: sus comunicaciones estaban completamente a salvo de los enemigos.
Hasta que en Gran Bretaña, Alan Turing, reconocido como el padre de la informática, desarrollo un dispositivo, “The bombe”, que fue capaz de descifrar los mensajes de la máquina Enigma.
A partir de ese momento, la ventaja de las comunicaciones secretas pasó al bando aliado, que era capaz de anticiparse a todas las operaciones claves de los alemanes sin que estos lo supieran.
La criptografía en nuestros tiempos
En nuestra era el objetivo sigue siendo el mismo: mantener nuestras comunicaciones a salvo. Pero la cantidad de información que circula por la red es mucho mayor y el que se quiere apoderar de nuestros secretos puede estar en cualquier punto del mundo, acechando tras un ordenador con conexión a Internet.
En la actualidad, la criptografía está experimentando un gran salto cualitativo gracias a tecnologías como el Blockchain y los ordenadores cuánticos.