La digitalización fiscal ha dejado de ser un «buen plan para el futuro» para convertirse en una urgencia bien presente.
Normativas como Verifactu y TicketBAI están obligando a asesorías, gestorías y autónomos a modernizar su forma de trabajar, sí o sí.
Según el Plan de Control Tributario 2024 de la Agencia Tributaria, se ha intensificado el uso de herramientas tecnológicas para facilitar las inspecciones, con una clara apuesta por automatizar el análisis documental y cruzar datos en tiempo real.
Ante este nuevo panorama, conviene echar mano de soluciones que, lejos de complicar la vida, ayuden a poner orden.
Una de esas soluciones es Cegid Contasimple, una plataforma en la nube diseñada para automatizar procesos clave como la facturación, el cálculo de impuestos o la gestión de clientes.
La clave no es solo la eficiencia, sino la trazabilidad y el cumplimiento automático de la ley, que a estas alturas es casi como tener a Hacienda en el bolsillo.
Y hablando de orden, hay sectores donde esta digitalización ya está más que integrada. Por ejemplo, es cada vez más habitual ver en pequeñas empresas el uso de un TPV para cafetería que no solo agiliza los cobros, sino que permite un control de inventario y una gestión de tickets conectada directamente con la contabilidad. Si una cafetería de barrio lo hace, ¿por qué no una asesoría?
Cumplimiento normativo sin líos innecesarios
Nadie quiere jugársela con la Agencia Tributaria. Adaptarse a la Ley Antifraude, y a sus variantes autonómicas como TicketBAI en Euskadi, exige precisión y rapidez.
Por eso, tener una herramienta que ya venga con estas obligaciones bien integradas en el flujo de trabajo marca una diferencia brutal.
En lugar de esperar al cierre del trimestre y cruzar los dedos, lo ideal es que todo quede registrado al vuelo.
Códigos QR en las facturas, almacenamiento automático en la nube y envío directo a los portales oficiales… Sin prisas, sin sustos. Solo flujo continuo.
Una marca, un servicio más sólido
Que una asesoría pueda ofrecer este tipo de software bajo su propia marca tiene mucha más importancia de lo que parece.
A nivel de confianza con el cliente, se nota. No es lo mismo decir “usa este programa” que ofrecer una plataforma personalizada y con sello propio. Es branding, pero también es posicionamiento profesional.
Esa autonomía también permite decidir qué funcionalidades mostrar, cómo agrupar la información y cómo interactuar con cada cliente según su perfil. No todos necesitan lo mismo, y eso —en este negocio— es una verdad sagrada.
Por ejemplo, si entre tus clientes tienes comercios o tiendas de productos envasados, es probable que trabajen con algún tipo de software TPV para alimentación.
Que tu herramienta contable se pueda adaptar a sus formatos o que hable su mismo idioma digital, vale oro.
Automatización que ahorra más que tiempo
El gran enemigo del asesor fiscal no es el cliente… es el Excel. Las hojas de cálculo ya no bastan para seguir el ritmo actual.
Automatizar la presentación de impuestos, las liquidaciones trimestrales y hasta los recordatorios para clientes morosos no solo reduce errores: también libera horas de trabajo que pueden usarse en cosas más rentables.
Además, tener funciones como el escaneo OCR de tickets, la clasificación automática de gastos o la generación de modelos fiscales con un par de clics convierte la gestión contable en algo que casi fluye solo. Y cuando los números se organizan, todo lo demás también.
Herramientas que se adaptan al profesional, no al revés
No todos los despachos son iguales. Por eso, es clave que el sistema elegido permita activar o desactivar funciones según lo que se necesite.
Un gestor que trabaja con autónomos necesita cosas diferentes que uno que asesora a cooperativas. Uno querrá control de stock, otro se enfocará más en la gestión documental o en los flujos de aprobación de presupuestos.
También hay detalles que marcan la diferencia: firma digital integrada, alertas en tiempo real, acceso compartido con el cliente…
Elementos que antes estaban reservados para grandes consultoras y que hoy son asequibles (y necesarios) para cualquier asesor que se tome en serio su negocio.
Finalmente, la fiscalidad no se detiene, y tampoco lo hace la tecnología. En lugar de correr detrás de los cambios, lo sensato es montar un sistema que permita ir un paso por delante.
Lo digital no es frío ni impersonal cuando se usa bien; al contrario, puede ser la manera más humana de acompañar a los clientes. Porque cuando todo fluye y nada se atasca, el tiempo vuelve a estar del lado del profesional.